Olvidada ya la desconfianza que la burbuja tecnológica generó sobre las posibilidades de Internet, asistimos en el presente a una nueva etapa en el desarrollo de la Red. En el año 2002, Manuel Castells afirmaba en una conferencia que «Internet es el tejido de nuestras vidas en este momento. No es futuro. Es presente. Es un medio para todo, que interactúa con el conjunto de la sociedad».

Tales palabras, quizá prematuras en el tiempo en que él las pronunció, cobran ahora su completo significado y todavía alcanzarán un mayor sentido en los años venideros.

Lo que caracteriza este periodo de Internet no es la presencia indiscutible de la llamada nueva economía (ahora simplemente economía), ni tampoco la interminable disponibilidad de información a golpe de click, que se ha convertido en algo tan ordinario como el aire que respiramos.

La nueva era se describe porque la Red es ya el espacio más aventajado de construcción social. Las formas tradicionales de relación social perviven y subsistirán por mucho tiempo, pero los experimentos novedosos de comunidad se ensayan a través de Internet.

El éxito económico y de participación de algunos sitios, cuyo principal servicio es facilitar el establecimiento de vínculos y la creación de grupos sociales, nos indican que la tendencia ya no tiene retomo. Pese a los temores que han expuesto quienes desconocen a fondo la naturaleza de la Red, diversos estudios han constatado que la sociedad virtual repite muchos de los patrones de conducta que se manifiestan en la sociedad tradicional. No obstante, también tiene sus peculiaridades.

Tal vez, la más destacada es que en Internet tienen menos importancia las relaciones impuestas o de carácter circunstancial y mucho mayor peso los vínculos basados en el interés, la voluntad y el hecho de compartir ciertos valores.

Las personas ya no están tan mediatizadas por su herencia social y no se enfrentan, en principio, a limitaciones espaciales e incluso temporales. En la Red, uno puede intervenir de forma más activa en el desarrollo de sus relaciones y hasta puede modificar su identidad para crear vínculos más provechosos.

Pero no todo son ventajas en la sociedad virtual. Movidas por dicho interés, muchas de las relaciones a través de Internet tienen un alto componente de egoísmo y conducen a un fenómeno que puede resultar contradictorio, que es el de la privatización social. Hay menos margen para la espontaneidad en los vínculos y, por tanto, una visión de la comunidad como un espacio instrumental