Con permiso de Ignacio Ramonet, Director de Le Monde Diplomatique, y sus compañeros del Foro Social Mundial, creemos que ya podemos decir que la glo­balización ha dejado de ser un fenómeno económico para tomar una dimensión social e incluso Cultural. Y de acuerdo con ello, ya no tiene posibilidad de derro­ta, al menos en el corto plazo.

Así lo entiende uno de los apóstoles de la globali­zación, el intelectual sueco Johan Norberg, autor del célebre libro En defensa del capitalismo global y del documental La globalización es buena. Norberg se hace eco de una reciente encuesta del Chicago Council of Global Affairs y Worldpu­bliopinion.org, en la que se constata que la globalización goza ya de una gran aceptación popular.

Más del 61 por ciento de las 20.000 personas consultadas en 19 países consi­deran que «el comercio internacional y las conexiones de la economía nacional con las de otros Estados alrededor del mundo es un fenómeno positivo». El in­forme concluye con Ia idea de que «el apoyo a la globalización es muy sólido a lo largo del planeta. No obstante, todavía queda un 20 por ciento de ciudadanos irreductibles, que como los galos de Astérix, se muestran reacios a reconocer las ventajas de la mundialización.

Lo quizá sorprendente es que los refractarios no se encuentran entre los ciu­dadanos del antes llamado ‘Tercer Mundo, supuestas víctimas de la expansión total del capitalismo. En países como Tailandia, China, Corea e incluso Irán (en este caso, una prueba más de que los líderes conducen a caminos no deseados por el pueblo), el apoyo a la globalización es predominante.

Por el contrario, en naciones ricas como Francia o Estados Unidos, partidarios y detractores se en­cuentran casi empatados. Las consecuencias funestas a corto plazo, como la des­localización, influyen en las percepciones negativas.

No obstante, mientras que la respuesta francesa parece obvia, llama la atención que los norteamericanos se muestren tan escépticos de un movimiento del que son los principales impulso­res y probablemente los más beneficiados.

De todos modos, mal que nos pese, los países occidentales cada vez mandamos menos en las tendencias del mundo y es inevitable que la cultura globalizadora se imponga también entre nosotros. No podemos darles la respuesta de los españoles, porque el sondeo no se ha rea­lizado en nuestro país.

Más allá de los datos, el informe nos confirma que el mundo se ha convertido en un gran espacio interconectado, en el que de forma constante suceden acon­tecimientos de gran interés.